viernes, 29 de junio de 2012

¿Sentimos Borroso?





Así veía ayer al salir del quirófano. Hoy ya es otra cosa, menudo cambio. Me he animado tanto que he decidido compartir con vosotros los pensamientos que durante un buen rato danzaron por mi mente.

 ¿Sabéis lo que pensé? Pues que me pasaba con la vista lo mismo que con los sentimientos y las emociones, que a veces  llegan distorsionados, con demasiada información dentro como para disfrutarlos en estado puro. Ayer, cuando veía un objeto o a una persona borrosa me preguntaba ¿es así? en ese momento lo era para mí porque se correspondía con la imagen que me enviaba el cerebro, entonces, me dije, si quisiera engañarme  podría decirme que esa persona es borrosa y no estaría mintiendo, pero como antes he visto la cara a esta enfermera y sé que tiene ojos y que son azules, no me cabe duda de que esas rayas que hoy veo son fruto de mi estado actual, simplemente no estoy preparada, en este momento, para ver más ni mejor.

Como sucede con la vida, Eloísa, me dije, con la vida, con las verdades absolutas, con las pasiones, rencores, amarguras o alegrías, con el éxito y el fracaso, depende de mi estado de ánimo, de cómo se encuentre mi corazón y mi mente en ese momento, lo veo con total claridad o borroso, lo distorsiono, decido equivocadamente porque la visión que tengo del asunto en cuestión se corresponde más con mi actitud y planteamiento que con la realidad que los demás ven y viven.

Hoy, cuando he comenzado a apreciar detalles que antes de la operación no percibía por las cataratas, otra vez  me han llegado los mismos pensamientos ¿qué es la realidad? ¿lo que veía la semana pasada? ¿lo que veo ahora? ¿lo que veía ayer?... la marca de la madera estaba, es que yo no lo veía, esa es la diferencia. ¿Y por eso niego su existencia? porque yo no lo veo.

Quizá todo radique en la imaginación, en nuestra creación interna y así fabricamos en cada momento nuestra realidad en función de lo que somos capaces de ver, comprender y sentir en cada etapa de nuestra existencia.

Creo que todo es ilusión, que nosotros somos los creadores de nuestro destino, al menos del destino con minúscula, el otro, del que habla Charo en Los Habitantes del Campo de las Amapolas, el Otro, digo, sólo le pertenece al Creador.

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