viernes, 5 de septiembre de 2014

Excelencia en el trabajo

Un cuarto de hora le bastó a una eficiente y amable funcionaria, con vocación frustrada de maestra, según sus propias palabras, demostrarme que la excelencia en el trabajo es algo que no lleva etiqueta de profesiones. 

Días antes había estado en ese mismo despacho, solicitando un número de teléfono y unas fechas y el funcionario de turno se mostró tan distante y falto de tacto que cuando le solicité otro dato me vino a decir que bastante había hecho con darme el número de teléfono y las fechas que le había pedido, a lo que le respondí que no, que no había hecho suficiente ya que me iba descontenta y que él está en ese puesto para atender a los ciudadanos con eficiencia y simpatía. 

Por eso, cuando tuve que volver porque me faltaban datos, temía que "el funcionario" apenas me atendiera. Por suerte estaba de vacaciones y la persona que ocupaba su puesto se desvivió por explicarme el procedimiento, los pasos a seguir, por qué se hacía así y adonde me conducía el documento que yo debía rellenar. Todo ello mirándome, sonriéndome, mostrando una expresión corporal cercana que animaba a la pregunta.

Cuando terminó me dijo: "si tiene todavía alguna duda, por favor, dígamelo y se lo vuelvo a explicar". Le dije que no tenía duda alguna, su explicación había sido clara y sencilla y yo me iba convencida de que lo presentaría en tiempo y forma correcta. 

Y como no, al salir del Ministerio pensé en los vendedores, en las veces que dejamos descontento a un cliente por falta de comprensión, de explicaciones claras, de buscar soluciones, de querer agradar, pensé en la diferencia tan grande que hay entre poner el alma, el corazón en el trabajo y conseguir la excelencia, a cumplir, bueno, a medio cumplir un horario de ocho horas y pensar que uno se ha ganado el sueldo bien. 

Si se quiere, se puede aprender de cada circunstancia que concurre en nuestro día a día.  Feliz fin de semana




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